No son años la vida, sólo rápidas horas,
ésas con sus momentos de placer o dolor,
cuando el alma es dichosa o acongojada lloras,
instantes de ternura o de cruel desamor.
Instantes en que a veces, trémula, rememoras
encuentros, despedidas, la ofrenda de una flor,
inasibles minutos de ayeres y de ahoras,
el beso de los hijos, las tristezas de amor.
El «Te quiero mi vida» o el «Adiós, hasta pronto!»
«¡Es varón! ¡Es varón!» «Nuestra madre se muere…»,
palabras que en un soplo nos cambian la existencia;
son apenas momentos, aunque parezca tonto,
sentido que por fin todo vivir adquiere
y nos deja en el alma como una eterna esencia.
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