1. El sueño
Dormida así, desnuda, no estuviera
más pura bajo el lino. La guarece
ese mismo abandono que la ofrece
en la red de su sangre prisionera.
Y ese espasmo fugaz de la cadera
y esa curva del seno que se mece
con el vaivén del sueño y que parece
que una miel tibia y tácita lo hinchiera.
Y esa pulpa del labio que podría
nombrar un fruto con la voz callada
pues su propia dulzura lo diría.
Y esa sombra de ala aprisionada
que de sus muslos claros volaría
si fuese la doncella despertada.
2. El espejo
Retrata el agua dura su indolencia
en la quietud sin peces ni sonidos;
y copian los arroyos detenidos
sus rodillas sin mancha de violencia.
Sumida en esa fácil transparencia,
ve sus frutos apenas florecidos,
y encima de su alma endurecidos
por curva miel y cálida presencia.
Con un afán de olas, blandamente,
cada rayo de luz quiere primero
reflejarla en la estática corriente.
Y el pulso entre sus venas prisionero
desata su rumor y ella se siente
a la orilla de un río verdadero.
3. La muerte
Igual que por un ámbito cerrado
donde faltara el aire de repente,
volaba una paloma por su frente
y por su sexo apenas sombreado.
Y por su vientre de cristal -curvado
como un vaso de lámpara- caliente
el óleo de su sangre dulcemente,
quedó de su blancura congelado.
Sus claras redondeces abolidas,
bajo la tierra al paladar del suelo,
entregaron sus mieles escondidas.
Y alas y velas sin el amplio cielo
de su mirada azul, destituidas
fueron del aire y fueron de su vuelo.