Tal vez en Hiroshima, tal vez nunca…
Eres yo misma, yo soy tu nervio y tu dolor
sintiéndote; te pronuncio
con mi aliento, me nombras
con tu sangre.
«Mon amour», tus manos,
déjame estar así, no estar, perderme,
sumergir, sucumbir, no ser,
soltarme,
una incoherente voluntad me arrastra
húmedo sitio de memoria, fijos
ojos de un gato negro,
de improviso
fosforescentes como dos secretos
desnudados,
me miro,
sótano antiguo de tortura y hondo,
loca de hoguera y alarido
huyo,
quiebro mi imagen, quiebro mi pupila,
rompo mi espejo, mi presencia,
salto,
salvo todos los cercos, cruzo el viento
corto todos los campos, los veranos,
bebo todos los frutos,
me consumo, y me derramo a perdurar
veinte años.
Fue una leyenda que guardé,
veinte años, en cada tramo de latido
en cada pedacito de piel y de cabello.
Irremediables de memoria juntos,
deja que salga a gritos de esta noche,
irresistible de ansiedad, me llevan
soy de aquello que calzo, que me viste,
cien potros vienen por su cuero,
huyo,
interminable corredor, paredes
exhalándose en puertas
imposibles y posibles
herméticas,
abiertas,
una pared me arroja hacia la otra,
inacabables de impiedad
me arrojan,
y recogen y juegan
al sollozo conmigo, y a la risa.
Recortados del conjunto, solos
bajo la lupa,
expuestos,
quiero olvidar que existo,
que no podré dejar de padecerme,
y me renuevo y me desgasto y sigo.
Alguien recoge mi silencio y grita,
quién, desde cuándo, dónde,
me acurruco;
ensayamos morir y no morimos,
nunca aprendimos a nacer y estamos
sin embargo naciendo
irremediables.
Esta exótica forma de tu mundo
esta palabra occidental que sabes
aprendida de mi piel
tu cielo,
estas estrellas con que vas hablándome.
Almendrados
ojos tristes, me intuyes,
hombros míos altivos,
te recuerdo.
Alguien tuerce mi mano hasta arrancarme de mi grito.
Y huyo,
y me persigo y huyo
calle arriba y abajo, y mi latido sobre la piedra
noche vacía, corro
sobre la llama,
corro,
la detonada soledad, vacío,
mundo vacío, corro
y esta estridente oscuridad, te he visto
en todos los descansos para piedad, te he visto.
Quiero llorarte «mon amour», protégeme,
desciende tu mansedumbre
sobre este vivo torbellino mío,
trázame
como una figura en tu cuartilla, bórrame… toco tu piel,
muerdo tu piel,
quiebro mis dientes en tu piel, la escucho.
Dónde comienza una esperanza, cuándo
fue la primera vez que sollozamos.
Duelo por alguien a quien no conozco, alguien duele por mí,
sin conocerme.
Manos tuyas creándome y matándome;
«mon amour», tus manos,
cómo he llorado,
y cómo estoy llorando.