Como una niña habla para sí
misma, sentada sola al tocador
de su madre, con rouge en las mejillas.
Habla de aquel que la amará y llora
de contento, a pesar del maquillaje
excesivo. Las lágrimas le anuncian
un ángel, pero también la muerte
que ella ignora, aturdida en esas sedas.
El ruido del cepillo en el cristal
le asusta de repente.
Levanta su mirada hasta el espejo
y se contempla en unos ojos que son suyos,
pero después de muchos años.
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