En la morgue del ensueño
pertinaz ilusión refrigera
entre prismas de hielo,
bocas pintadas,
palabras pintadas,
ojos azules,
miradas celestiales
de mujeres telescopiadas
en catástrofes de recuerdos.
Hembra triangulizada
más acá de la cuarta dimensión
entre un mañana y un ayer
y una múltiple intersección.
Sus pies trotamundos
vislumbran mis temores de reojo,
en tremedales profundos,
cuña de bermellón el tacón rojo.
Mientras miran de soslayo
sus ojos de niño en la cuna
con influencias maléficas de rayo
de luna.
El espeso carmín de los labios
tapió un ansia de comulgar
y avivó en ellos los resabios
de besar y de suspirar.
De su espíritu la penuria
resplandece y se aladiniza,
cuando sus lágrimas irisa
recóndito ardor de lujuria
bajo un antifaz de sonrisa.
Sólo ella filaba esa nota
que como suspiro brota,
tiembla en ansia entrecortada
y en un sollozo por fin rota,
se astilla en una carcajada…
La llama de la hoguera de Thaís
crepita una canción de París,
con fuego sobre el caos rubrica
la cadera de cierta chica,
suspira un hipo de pasión
y, boca llena de pavesas
y de sangre del corazón,
tú, mi propia vida, bostezas
como un horno de cremación…