a Marielena Hernández
Naceré de mí,
sacudiendo el polvo de rodillas
ya vivo entre los dedos de mi madre y mi yo
multiplicado en vicios y grandezas,
y mi primer poema,
dos versos tristes,
y mi primer regalo un árbol seco.
Hoy naceré pagando las deudas de otras muertes,
sin pan para comer en los destierros
sin luto que llevar por mis fantasmas.
Me arrastraran las manos libertarias,
hacia otros nacimientos,
y yo repetiré sin más
aquellos versos tristes
de mi primer poema,
todo lo que he aprendido de la vida es un espejo,
un masticar de Borges,
atándose en sus miedos a la muerte.
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