¡Te dije que te amaba!
Mi grito pasional cubrió la tierra
y escaló galaxia tras galaxia
para trizar tu impavidez remota.
Pero tú, inalienable,
auscultabas el eco de tus pasos.
¡Te dije que sufría!
Oprobioso el dolor, mi fe precaria,
te mostré sin pudor mis ataduras,
mi crujiente avidez siempre burlada.
Pero tú, insobornable,
recreabas tu cuerpo en el verano.
¡Te dije que lloraba!
La salobre marea de mis lágrimas
fue sitiando implacable tu existencia
embargando tus diques y murallas.
pero tú, impenetrable,
perseguías tu sombra en los espejos.
¡Te dije que te odiaba!
Tu estéril vanidad y tu indolencia
lanzaron sus brigadas pordioseras
a mendigar lo que antes despreciabas.
Pero yo, inexorable,
desdeñé tus espléndidos escombros.
Añadir un comentario