Como la historia del amor me aparta
de las sombras que empañan mi fortuna,
yo de esa historia recogí esta carta
que he leído a los rayos de la luna.
Yo soy una mujer muy caprichosa
y que me juzgue a tu conciencia dejo,
para poder saber si estoy hermosa
recurro a la franqueza de mi espejo.
Hoy, después que te vi por la mañana,
al consultar mi espejo alegremente,
como un hilo de plata vi una cana
perdida entre los rizos de mi frente.
Abrí para arrancarla mis cabellos
sintiendo en mi alma dolorosas luchas,
y cuál fue mi sorpresa, al ver en ellos
esa cana crecer con otras muchas.
¿Por qué se pone mi cabello cano?
¿Por qué está mi cabeza envejecida?
¿Por qué cubro mis flores tan temprano
con las primeras nieves de la vida?
No lo sé. Yo soy tuya, yo te adoro,
con fe sagrada, con el alma entera;
pero sin esperanza sufro y lloro;
¿tiene también el llanto primavera?
Cada noche soñando un nuevo encanto
vuelvo a la realidad desesperada;
soy joven, en verdad, mas sufro tanto
que siento ya mi juventud cansada.
Cuando pienso en lo mucho que te quiero
y llego a imaginar que no me quieres,
tiemblo de celos y de orgullo muero;
(Perdóname, así somos las mujeres).
He cortado con mano cuidadosa
esos cabellos blancos que te envío;
son las primeras nieves de una rosa
que imaginabas llena de rocío.
Tú me has dicho: «De todos tus hechizos,
lo que más me cautiva y enajena,
es la negra cascada de tus rizos
cayendo en torno a tu faz morena».
Y yo, que aprendo todo lo que dices,
puesto que me haces tan feliz con ello,
he pasado mis horas más felices
mirando cuán rizado es mi cabello.
Mas hoy, no elevo dolorosa queja,
porque de ti no temo desengaños;
mis canas te dirán que ya está vieja
una mujer que cuenta veintiún años.
¿Serán para tu amor mis canas nieve?
Ni a suponerlo en mis delirios llego.
¿Quién a negarme sin piedad se atreve
que es una nieve que brotó del fuego?
¿Lo niegan los principios de la ciencia
y una antítesis loca se parece?
pues es una verdad de la experiencia:
cabeza que se quema se emblanquece.
Amar con fuego y existir sin calma;
soñar sin esperanza de ventura,
dar todo el corazón, dar toda el alma
en un amor que es germen de amargura.
Buscar la dicha llena de tristeza
sin dejar que sea tuyo el hado impío,
llena de blancas hebras mi cabeza
y trae una vejez: la del hastío.
Enemiga de necias presunciones
cada cana que brota me la arranco,
y aunque empañe tus gratas ilusiones
te mando, ya lo ves, un rizo blanco.
¿Lo guardarás? Es prenda de alta estima
y es volcán este amor a que me entrego;
tiene el volcán sus nieves en la cima,
pero circula en sus entrañas fuego.