No está sentado a la derecha.
No me prohíbe ni me arrasa ni me encierra.
No tuvo un látigo, no sabe de la cuerda.
No prende al negro.
No sucumben sus pies en unas botas.
No juzgaría a aquel gorrión innecesario.
No lo humilla el viaje a la cebolla.
No puede hacer su flor bajo el tirano.
Vino a este sitio del sudor como nosotros.
Me trajo las dos alas.
Esa bala que fue hasta el transeúnte lo parte
amargamente.
Sangra en el árabe.
Su corazón se raja como un cántaro en la guerra.
Pone a parir la luz sobre su lienzo.
Está dorando el ajo como un astro.
Vive de pie a la izquierda ahora y en la hora.
Desde entonces no salgo de la estación del celo.
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