Cuando voy por las calles
de los EE.UU.
y veo a los niños,
les extiendo mis manos,
los abrazo, si puedo,
y luego,
triste me voy.
Algún día,
cuando estén más grandes
los enviarán a mi país
y allí,
a mis hijos
dejarán muertos.
Tal vez,
me disparen a mí,
mientras,
en otro lugar
lea este poema.
Ellos,
también sonríen conmigo,
y sin saber nada de invasiones
siguen jugando
y corriendo.
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