No me pidas la vida. Sólo puedo ofrecerte
los ojos ciegos de una libélula disecada,
un libro sin concluir repleto de obsesiones,
un refugio con un solo cuarto de baño
y salón con vistas a la esperanza.
Sólo puedo ofrecerte
una caja de música herencia de un abuelo,
un reloj con insomnio,
un sueño social defraudado y sepulto,
el billete de un tren que nunca partió,
un estante colmado con jarrones de vidrio
cada uno albergando
el cadáver de un sueño.
Puedo ofrecerte
un páncreas propenso a la tristeza,
la cartilla de racionamiento de la felicidad,
un D.N.I. con la foto de un muerto,
el esqueleto roto de mi infancia,
la hora de la tarde
cuando abren los dondiegos.
Sólo puedo ofrecerte
un candil tirano
de miserable soledad entre las pitas.
No me pidas la vida.