No; no me he cansado aún de pensar en ti;
de noche cuando se me queda el cuerpo sobre la tierra,
llego a tu país, allá, donde el viento sale a ventilar la arena,
a recostar en las paredes las aletas de pescado amanecidas
en la calle;
a buscarme embebecido al pie de las escaleras.
Ya no sé de ti, tal vez de nadie; sólo recuerdo que me peino
el cabello dormido, con una mano que estuvo junto a tu cuerpo.
Qué sé yo de nada. De lo que puedo ser la voz;
una hoja envenenada que se pudre en el pecho,
en otro espacio penetrante,
consumido.
4 de abril de 1933,
ya estoy deshecho de vivir un solo día, de moverme
con tu sola alma. Dios se compadezca de mí, que entro apasionado
por las venas secas de la tarde.
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