No sé cómo diablos te insulta la amapola,
cómo palpita el tiburón donde te mueres.
Es posible secarse
y estar vivo en una célula terrible.
Parpadea, camina, fulge,
amenaza la música del día,
vete al frutero y ponte alguna. Masca.
Pero tú cruzas, rige la semilla,
va al mar con todo un parlamento mudo,
te estrellas contra mármoles
en el minuto que pare la ternura.
Ya no puedo cantarte:
está mi gente
-pues soy del que más llora,
de los rebeldes maniatados-
y se me va la tinta haciendo guerra.
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