No sólo flor y mar, también es fuego
constante el de tu carne, el de tu rosa,
abeja zumbadora, mariposa
de pluma, silbo y sol, verano y juego.
Derramas el caudal de nieve, y luego,
liberas un volcán que, ciego, osa
ungir el corazón de mirto y fosa,
de sábana, hoja azul, dulzor y espliego.
Yo sé que en el silencio te han buscado
los pechos las palomas de la tarde
vezadas de tus labios al cuidado.
Yo sé que en ti una flor de llamas arde,
que tibia entre tus muslos ha anidado
buscando oscuridad la luz cobarde.
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