No son las cosas
lo que las cosas son:
el hombre fagocita
toda la materia
y la convierte en epidermis
de su culto. No hay hechos,
sino juicios, y todo es
y no es según el traje de la época.
Habituados al rebuzno,
con las riendas bien sujetas,
la vida es una espuela
que dirige el camino.
No hay tiempo de pensar
más que en el giro o pirueta
que haga sobrevivir al estómago.
No son las cosas
lo que las cosas son
ni nunca fueron
ni serán,
mientras no nos crezca la cabeza
hacia dentro
y desandemos el camino
de regreso al Edén.
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