Febriles se agachan los arbustos
en el goteo de velos marrones y en el mecer
de mariposas nocturnas en torno a ardientes trepadoras.
Ahora atizamos en las llamas las hojas secas y amarillas
y hacemos fiesta contoneándonos en bailes perdidos
y canciones que refluyen con el tibio olor,
la huidiza ebriedad de las ascuas de estío
y muchachas de pelo suave trenzado con coronas
y reflejando palidez en el destello flotante
esparcen ardiendo la oscura adormidera y los claveles macilentos.
Y temblando sentimos cómo la noche se marchita.
Y más salvajes brillan los fuegos en la oscuridad.
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