En la fúnebre bóveda no brillan las estrellas,
y sin embargo estriado de tenebrosas huellas
sobre el profundo abismo la luz es móvil nata
do apenas un Erebo de sombra se desliza,
y en esa temblorosa película de plata
en perlas se deshace la ola que se riza.
Pero sobre la borda el nauta que se inclina
teme que finja un sueño su rápido vislumbre
de incandescentes peces y flora submarina
y anémonas de fósforo entre árboles de lumbre,
y -de un pez luminoso al lívido fanal-
el cadáver de un náufrago, que en la sombra total,
con los huesos tan blancos que parecen de luz,
¡es igual
a una cruz
de cristal!…
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