La noche, entre dos labios distendida,
víctima iridiscente de la aurora,
con lluvia canta o gime o duda o llora
sobre la huella que dejó la herida.
Difícilmente abril lanza encendida
la corola dudosa de una hora;
clama en la lluvia el viento, el agua implora
cauce a su curso y lágrima vencida.
Pero dos manos limpias, delincuentes
porque recogen sólo la bellaza,
dejan los labios quietos y sombríos.
¡Oh caricias soñadas e infrecuentes,
con la misma pasión e igual tristeza
que llevan a la mar llanto y rocíos!
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