En las noches lascivas, amables, suntuosas,
nos miran desde el lecho vibrantes, decididas,
desde el lecho que ha sido la góndola azarosa
donde el amor dejaba sus rosas escondidas.
En las noches lascivas nos miran insistentes,
y sus brazos reclaman más dulzura y más brío,
y sus brazos nos rondan, nos prenden de repente
con la lenta amenaza de un mejor desafío.
Mientras las amas, miras esa oscura recámara:
los autos bordan móviles encajes luminosos;
ellas jadean sin tregua, de brillo acribilladas
y tú esperas tan sólo sus dorados sollozos.
Al fin con queja muerden tus hombros y con lágrimas,
y derraman sus cuerpos de nuevo entre tus brazos,
y tú las acaricias, pasas algunas páginas,
y la historia se acaba durmiendo en sus regazos.
Añadir un comentario