El aire es tierno, lácteo, da dulzura.
Miro en la luz vernal arder las rosas
y gozo de su efímera ventura…
¡Cuántas no se abrirán, aun más hermosas!
Estos que vi de niños, han trocado
en ardor sus anhelos inocentes,
y se enlazan y ruedan por el prado…
¡Cuántos no se amarán, aun más ardientes!
La tarde está muriendo, y el marino
soplo rasga sus velos y sus tules,
franjados por el ámbar ponentino…
¡Cuántas no brillarán, aun más azules!
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