Nunca como antes y siempre
como antes. Son los lugares mismos,
la mano misma que te escribe. ¿El agua misma
la que corría entonces? Estas luces
de finales de mayo, son las del mayo aquel,
cuando entre los granados me dijiste:
Te quiero como nunca. Yo te dije:
No me hables de nuncas que no existen,
sino de siempres nuestros para siempre,
o quizá todavías que nos aguardan.
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