Mano abierta, di, dime, dilo,
dícelo a tus dedos
que me exprimen desde muy adentro
toda la amorosa sangre;
dícelo a mis manos
-ay torrentes ciegos,
ya cauces sin agua,
siempre manantiales secos.
No, nunca lo digas, nunca digas
qué, quién, quién la volvió a cerrar.
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