La luz en pie de Ocaso compagina
al del Oro sangrante de la rosa;
y suma cardinal y milagrosa
al viraje del sol en la colina.
La fuga de las cosas se adivina:
diríase una escala luminosa,
por donde asciende el aria jubilosa
que al corazón de la floresta afina…
Más la tregua de un día pajarero
– en nidales de celo y alborozo-,
elige permanencia en el alero…
Y un éxtasis de dicha se presiente
-al expirar un ágave gozoso-,
¡tal un místico albor, en el poniente!
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