Allá en la niebla del amanecer donde mugen
en los inmensos potreros cegados por alambradas
con árboles inmensos donde anidan los rayos
en la vastedad vegetal con horizonte de lluvias
allí pastan y mueren las vacas
Son el trazo de una infancia sanacarleña marchita
que regresa en el viaje a la aldea de entonces
devorada por el fast food y la basura del éxito
Allí permanece tranquila
rumiante en su propia esquina
arreada por el viento y algún perro
o disciplinada en la columna que aparta el prado
presta para el ordeño y para la siesta
Siempre nos espera en lechada
variopinta en sus colores andante o pajarota
la más pacífica de las bestias
madre lejana del semental o del bovino
que muere exhausto en la lidia a la tica
Démosle su lugar en el rocío de la palabra
en el insomnio de la memoria
que reverdezca con sus cuernos y sus ubres
en los cuentos y canciones de peones y arrieros
con luna colmada alrededor de la hoguera
Que permanezca su tierna estampa
en una época que se escapa y no alcanza
para el yogurt quesos y natillas de una colectividad
que se disgrega en la combustión de la semilla