Pero llegó el silencio. Y el otoño
era una muerte horizontal y sola;
los árboles talados, las umbrías
enmohecidas de olvidos y de hojas.
Atardecer. Puñales del ocaso.
Heridas en el sol y carne roja.
Un desfile de brujas van cantando
entre dientes, montadas en escobas.
¿A dónde está el amor? ¿En dónde viven
las alboradas tibias, las alondras
que conocen el ritmo de la sangre
definitiva de las amapolas?
¿Qué corazón soporta esta tristeza
cautiva en lo profundo de la boca?
¿A dónde está el amor? ¿Qué viento fuerte
pulió mi negación rotunda y sobria?
Preguntas y preguntas y silencio
y silencio y silencio, hora tras hora.
Ojos abiertos y cerrados. Ojos
que nada ven y nada esperan. Sombras.
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