Oh, tardes del balcón. Abril. Cuajada
de pájaros y númenes el alma,
expuesto a la aquiescencia de la brisa,
soñaba con las voces de poniente.
Los dijes de oro y tul del horizonte,
la inquieta sensación de estar naciendo
al gozo y al clamor de savia nueva.
Oh, tardes del balcón, fecunda en flores
y añil, ciegas de cal, ciegas de vides.
Qué vacuo este vivir si vacua el alma
de luz, de tiempo y sal, de Dios y espigas,
se baña en la desdicha del recuerdo.
Qué vacuo el caminar hacia el olvido,
hacia la ungida torre de los siglos.
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