La llamada a la vida aparta los rumores
del tiempo sin ribera. Oye quien calla.
Habla en él tal espacio de existencia
que el árbol muerto empieza a verdecer.
Las plantas encerradas en nosotros,
tan discretas en su obra silenciosa,
están en el olvido. Feliz el que las vive
y las oye en la noche de su cuerpo.
¿Mas quién recibe el canto sino la hoja
arrojada en el viento, prometida
a la hoguera del tiempo?
Con los ojos vendados, las orejas de cera
y el pensamiento abierto como gruta,
la mano fiel que sirve y que recoge
y que se burla al apartar la rama.
Escucha mi canción: crece musical
y mis cabellos hacen un murmullo de bosque.
¿Quién habló de la niebla soledad?
Yo llamo muerte a aquello que no existe.
Versión de Enrique Moreno Castillo
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