Aquello fue verdad, su búsqueda
— no un ávido alargar la mano
ni la tela, sutil, de araña que se adhiere
rompiéndose en el rostro
al atraparte, así,
sino dulces segmentos
de una naranja: son tus cosas —
es la felicidad que te protege.
¿Se olvidarán?
¿Serán inútiles
— contradictorias, sin embargo, mueven
los pies rítmicamente — acumulándose?
¿Se dejarán tocar por la luz clara?
Tú me preguntas por qué escribo
y a ti todas las cosas te protegen.
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