Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿ha empezado a retoñar?
T. S. Eliot
En noches de olvido como ésta,
en mi propia fiesta y sin dolor,
discreto en la penumbra de la sala,
oigo canciones viejas y converso
con este borracho, invitado de ceniza,
que me acompaña.
Mi casa tiene el calor, en estas noches,
de un cuerpo joven de mujer
entre las sábanas,
y huele al humo de la marihuana
y al aire que tienen las bodegas en septiembre.
Nada hay espectacular en estas noches,
pero entiendo más intensamente
el secreto animal de la existencia
y encuentro hermoso el paso incomprensible
de los años.
No es nada extraño que a veces,
después del abandono de un naufragio,
lleguemos a la costa asidos a un tablero
que despedazamos presto en la derrota
para hacer fuego en la arena
y tendernos junto a él, como una gata,
a dar calor al cansancio.
No es necesario que nadie sepa de qué hablo.
Estoy otra vez sobre la tierra,
pisando con la carne viva de mis pies
esta tierra que amo.
He visitado el infierno,
y de la mano de nadie.