Y ahora una digresión Consideremos
esa variante del amor que nunca
puede llamarse amor
Son aislados instantes sin futuro
En la ciudad donde estaré tres días
nos encontramos
Hablamos cien palabras
Pero un brillo en los ojos un silencio
o el roce de las manos que se despiden
prende la luz de la imaginación
Sin motivo ni causa uno supone
que llegó pronto o tarde
y se duele
(‘no habernos conocido…’)
E involuntariamente ocupas tu fiel nicho
en un célibe harén de sombra y humo
Intocable
incorruptible al yugo del amor
viva en lo que llamó De Rougemont
la posesión por pérdida
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