La enfermera se pasea como un pájaro devastado. Es pequeña, voraz
y su labio superior, en un esfuerzo esquizoconvexo y final, se ha
constituido en pico sucio. Por otra parte (muestra el médico con
paciencia): ‘esos ojitos de rata’. Tampoco el Director (de formación
brechtiana) deja de asombrarse: ‘Perturba la disciplina con sus si-
mulacros. De vez en cuando logra levantar vuelo. Claro que lo haría
simplemente de un pabellón a otro. Pero, como quiera, eso representa
un problema para la institución.’
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