Guarda un aire burgués de veraneo
y a la vez de escapadas clandestinas,
pero ya es un suburbio. La ciudad
surge en el horizonte de la playa.
Comienza a amanecer, los albañiles
encienden una hoguera al pie de una obra.
Calles entre jardines silenciosos
acaban en la playa, y el asfalto
se cubre de un sutil tapiz de arena.
Despintado y cerrado, hay un viejo club náutico
mirando el herrumbriento sol que surge
despacio desde el mar.
Un avión sobrevuela a baja altura:
una pátina rosa recubre el fuselaje
por el lado del mar.
Vulgares, atestadas en verano,
dignas y desoladas en invierno,
son igual que el amor estas afueras.
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