Solo: tú y las palabras,
y solo de verdad,
clarines y arcos de triunfo
no están en este ser.
Tú les miras el alma,
su primer rostro buscas
años y años – mátate,
no vas a encontrar nada.
Y allí lucen antorchas,
en aquel dulce hogar
donde moran los hombres,
y de labios rosados,
cuelga, de labios húmedos,
cual perla, inofensiva, la palabra.
Mas tus años se ajan
de un modo diferente,
hasta los sueños: silabas –
mas tú, callado, te vas yendo.
Versión de Eustaquio Barjau
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