I
¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya sólo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.
II
No canta el grillo. Ritma
la música
de una estrella.
Mide
las pausas luminosas
con su reloj de arena.
Traza
sus órbitas de oro
en la desolación etérea.
La buena gente piensa
– sin embargo –
que canta una cajita
de música en la hierba.
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