Pensé, mas fué engañoso pensamiento,
armar de puro hielo el pecho mío;
porque el fuego de Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.
Procuré no rendirme al mal que siento,
y fue todo mi esfuerzo desvarío;
perdí mi libertad, perdí mi brío,
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.
El fuego al hielo destempló, en tal suerte,
que, gastando su humor, quedó ardor hecho;
y es llama, es fuego, todo cuanto espiro.
Este incendio no puede darme muerte;
que, cuando de su fuerza más deshecho,
tanto más de su eterno afán respiro.
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