A Ella, (y en realidad sin ningún límite).Con holgura y
placer.
A Ella, la víbora y la abeja: La desnudez preciosa.
A Ella, mi transparencia, mi incoherente arrullo, el rumor
que sube en las raíces de mi lengua.
A Ella, cuando regreso de las inmensas naves que hay en
el cuerpo huraño con un sol inmóvil.
A Ella, mi ritual de beber en su seno porque quiero
comenzar algo, en alguna dirección.
A Ella, que abre el sobre de mis amuletos.
A Ella, que en la balanza anónima de la memoria y en las
horas finales prolonga mi presencia real y mi presencia
ilusoria sobre la tierra.
A Ella, que con una frase insomne divaga en el umbral
de mis lámparas.
A Ella, a causa de un vocablo que me falta y a la vez
usufructo de un breve viaje que podría revelarme.
-Duerme, pero la obra humana es el instante; al dormir
se cierra con furor la gran jaula.
-Despierta, pero esboza en las márgenes de tus cejas el
oro próximo del sueño.
-Revuélcate en la parálisis fuera del yo de los ciegos
viajeros.
¡Adónde mi ninguna faz con años!
A Ella, los abismos que hay de mi amor a mi muerte
cuando caiga a plomo sobre la tierra y en un lugar
de señales desaparezca el sitio de mi ánima sola.