para Roberto Juarroz
Hemos encontrado el camino
un día deshojado de tiniebla.
Hemos estado allí bajo el gran olmo
custodio del pensar de un muerto célebre
cuidador de gorriones.
Nos hemos detenido allí a eternar
con las piedras del suelo y las campanas
en memoria del jazmín y la orquídea,
casi olvidados del creciente invierno.
Existe pues la plaza, pero un día
tratamos de mostrarla y no aparece
como si la ciudad tuviera
vergüenza de entregar lo bello.
Nos ha dejado estar en ella solos:
se esconde si queremos compartirla.
Fugada reaparece en la otra plaza
pidiéndonos sin voz le restauremos
su íntimo esplendor de nacimiento.
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