Tal la tristeza ciega,
enhiesta como espada sin origen
o muslo victorioso de muchacha.
Alta… grácil. Así te tuve.
Como difuso deseo,
buscando graciosa criatura
tu rostro bienamado en la ceniza.
Nimbo solitario. Así me encuentro.
El sol caía tal alba entre las hojas,
cuando tu cuerpo aéreo y transparente
entró arrebatado por los dioses,
sin regazos ni pechos, mas tranquilo,
a ese mundo yacente y olvidado
que sobra a los párpados sin alcance.
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