Podría llamar ahora
por Kerouac
porque entre los dos hay un río
de tristísimo otoño
pero
prefiero contemplar
las criaturas preciosas
-ya sabéis: perlas, oro,
cuando en el cristal luciente y mármol-
de Bembo
y miro atentamente
lo más estéril,
-gema, libro, lámpara-
que denote las propias
bases o pies de barro
de mi palabra
y presagie hermosamente
la cosa la cosa
el objeto formal
e inerte
en que me voy erigiendo cuidadosa y artificiosamente
podría llamar ahora
por Kerouac
o a la juventud perdida
porque entre las olas discurre el río
de la muerte.
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