Inaudita presencia
los peces venían a crear el azul de los ojos en su regazo
y las ciruelas a madurar su verde entre la
paja indeclinable de sus cabellos.
Ella hacía un ángulo agudo con las puntas de
sus mismos pies.
Cósmica creciente
el arco iris era el ala frágil de sus cantigas
y en cada labio le sonreía un sonido de piedra oscilante.
Ella ya no cabía en una tarjeta postal.
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