Ella se dedicaba a unir su soledad a las cosas.
-Los recovecos llovían su oscuridad alrededor de su
talle pensativo,
y había un miedo de manos abiertas bajo los ojos
afilados de la medianoche.
Ella se dedicaba a repicar en los vidrios con su frente
naciente.
La calle sospechaba el paso de aquel hombre asesinado
en la otra esquina,
mientras el silencio inventaba una pequeña canción
de amor.
Ella olía al moho chispeante de los espejos
hundidos y era el tiempo cabal de la emigración
de las musarañas.
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