Poema 783 de Emily Dickinson

Los pájaros empezaron a las cuatro-
el período del alba-
una música numerosa como el espacio-
pero aledaña al día-

no podía medir su fuerza-
sus voces se derrochaban
como arroyo al arroyo se entrega
para multiplicar el estanque.

Sus testigos no estaban-
excepto un hombre fortuito-
en casera vestimenta ataviado-
para enfrentar la mañana-

no era por aplausos-
que yo podía atestiguar-
sino por éxtasis independiente
de deidad y de hombres-

a las seis, el diluvio pasó-
ningún tumulto hubo
de vestimenta o de partida-
y asimismo la banda había volado-

el sol absorbió el este-
el día controló el mundo-
el milagro introducido
fue olvidado, cumplido.

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