Ya se que existen otras penas
con más pavura y más complejidad,
pero este es mi dolor y a él me aferro,
no pregunten por qué.
Hace tanto que olvidé mi cédula de arraigo,
extravié mi equipaje,
el principio de lo que no pude ser.
Hoy vigilo este dolor de medio tiempo,
esta alegría de fiesta equivocada,
este lamento que engendró la mascarada.
Esta pena mía, tan estricta y honda,
se adiestra en lo nocturno y allí azuza
cabal remordimiento, hora perdida,
y alimenta la mítica alimaña de mis miedos.
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