Polvo (fragmentos II) de Guadalupe (Pita) Amor

De lo gris me salí,
y al polvoriento gris he retornado.
¡Cuanto yo concebí,
sólo fue imaginado,
que el realizar a mí me está velado!

Va a perderse mi huella…
Sólo soy llamarada del destino;
una loca centella
que tiene el desatino
de pretender que el polvo sea divino.

Infinidad de estrellas,
enloquecido polvo en torbellino.
Universo son ellas,
y en este remolino
suspendido en cada átomo un destino.

Mi polvo voy dejando.
Al polvo he de pagar algún tributo:
si él me está alimentando,
si es mi dueño absoluto,
bien podrá mi cadáver ser su fruto.

Y ¿si nada existiera
más que el polvo creando un espejismo;
y el vivir sólo fuera
un momento de sismo:
relámpago cayendo hacia el abismo?

Me siento naufragando,
la marea del polvo me ha invadido.
Si me estaba quemando,
hoy he reconocido
que no ser es mi auténtico sentido.

Presiento un remolino;
lleva mundos, locura, pensamiento;
por él yo me alucino;
de Dios viene su aliento:
es el eterno polvo en movimiento.

Como el polvo es mi amor,
al centro de mi cuerpo ha trascendido
y se ha vuelto dolor;
se ha tornado alarido:
hoy es grito en mis huesos sostenido.

Como el polvo es celoso,
al ver el polvo que mi cuerpo encierra,
me penetra ambicioso
y a mi carne se aferra,
y un pacto extraño con mis huesos cierra.

Parecemos rivales,
pero yo soy del polvo, y él es mío.
Misteriosas señales
de un recinto sombrío
nos unen para siempre en el vacío.

El polvo, agradecido
de mi canto perenne y obstinado,
mi cerebro ha invadido,
y en mi cuerpo ha dejado
este ejemplo de polvo desolado.

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