Por ellos no pasaste. Bien se advierte
que están secos, con sólo la sonrisa.
Van de una cosa a otra tan deprisa
que el agua de la vida se les vierte.
Van de acá para allá sin conocerte,
gastados por el soplo de otra brisa,
pero nunca sabrán de la precisa
hora en que el mundo en fuego se convierte.
Míralos: desatentos, desalados,
desparramados, secos, sin saberte,
más solos que la luna y ateridos.
No supieron ganar y están ganados,
no supieron mirar y están sin verte…
¡Qué pocos son, amor, los elegidos!
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