A veces me invade el pasado
como una enredadera que oxida mis paredes
y sangra lágrimas ocultas
que no puedes ver ni comprender ni apaciguar.
No es fácil navegar en la oscuridad,
adentrarse furtivo en el pretérito
y asesinar con rencor
la voz de lo perdido.
No te inquietes, no soy yo.
Un niño llora por mis ojos.
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