Por qué no jugamos de nuevo
a los gatos enamorados,
aquellos que cruzan tu calle
en las noches de luna
y se pierden en los inviernos
de los tejados solitarios.
Por qué no jugamos
a recorrernos los accidentes
con los ojos abiertos
y con la luna llena
alborotándonos la soledad
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