Por una gentil floresta
de lindas flores e rosas,
vide tres damas fermosas
que de amores han requesta.
Yo, con voluntad muy presta
me llegué a conoscellas.
Començó la una dellas
esta canción tan honesta:
Aguardan a mí:
nunca tales guardas vi.
Por mirar su fermosura
destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra con gran tristura
començó de sospirar
[e] dezir este cantar
con muy honesta mesura:
La niña que los amores ha
sola, ¿cómo dormirá?
Por no les fazer turbança
non quise yr más adelante
a las que con ordenança
cantaban tan consonante.
La otra con buen semblante
dixo: «Señoras de estado,
pues las dos aveys cantado,
a mí conviene que cante:
Dexadlo al villano pene:
véngueme Dios dele.»
Desque huvieron cantado
estas señoras que digo,
yo salí desconsolado,
como hombre sin abrigo.
Ellas dixeron: «Amigo,
non soys vos el que buscamos,
mas cantad, pues que cantamos.»
Dixe este cantar antiguo:
Sospirando va la niña
e non por mí,
que yo bien ge lo entendí.