Vuestra mente y Usted son nuestro mar del Sargasso,
Londres ha soplado sobre Usted esta veintena de años
Y barcos brillantes le han dejado esto o aquello en pago:
Ideas, viejas habladurías, sobrantes de todas layas,
Extraños mástiles del conocimiento y grises mercancías de valor.
Grandes hombres la han buscado -extrañando a otra.
Usted siempre ha sido segundona. ¿Trágico?
No. Usted lo prefirió a la cosa usual:
Un hombre apagado, aburrido y galante,
Una mente normal -con un pensamiento menos, cada año.
Oh, Usted ha sido paciente, la he visto sentada
Por horas, en donde algo debería haber flotado.
Y ahora Usted paga. Sí, ricamente paga.
Usted es una persona de algún interés, uno se acerca
Y se lleva extrañas semillas:
Trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia;
Hechos que no llevan a ninguna parte; un cuento o dos,
Preñadas de mandrágoras, o con alguna otra cosa
Que podría ser útil y sin embargo nunca lo es,
Que jamás encaja en un rincón o muestra utilidad,
O se encuentra su hora sobre el tejar de los días:
El trabajo deslustrado, cursi, maravilloso, viejo;
ídolos y ámbar gris y los raros embutidos,
Éstas son vuestras riquezas, vuestro gran depósito; y sin embargo,
Por todo este tesoro hundido en cosas momentáneas,
Excéntricas maderas casi empapadas y material nuevo y brillante:
En el lento flotador de luz diferente y profunda:
¡No! ¡No hay nada! Al fin y al cabo,
Nada es suficientemente vuestro.
Y sin embargo es Usted.
Versión de Marcelo Covian