Cierto río, el Tapacurá,
por el Poco pasaba danzando.
No era allí un río parado,
para chopos y elegías bueno.
Por su lecho pedregoso
cantando iba su contento,
aunque en paro estuviera toda
la vega, Tabocas-Cruz-Poco.
Hoy, dicen que una gran presa
se le bebió hasta el susurro.
Y de sopor en un lago
hasta el nervio le durmió.
Duerme-dicen- en el ancho espacio
que acumuló su riachuelo,
el que, hilo de agua precario,
se volvió orondo y preciso
para que se estabilice, al fin,
la vida anfibia en Recife,
ambigua siempre entre riadas
y decrecientes sequías.
¿Será que hoy el Tapacurá,
como lago latifundio que es,
falso vacío de alma llana,
puede, como caña mucha,
dar el alma que lo mira
lo que da el cañaveral?
¿En su mentido desierto
aún le late el pensamiento?
(Traducción:
R. Santos Torroela)